Cliff (Acantilado) combina varios universos que, asociados, dan como resultado una particular poética: por un lado el cine de Hollywood de los años 50, la figura de Montgomery Clift, su triste historia: una estrella en el firmamento de Hollywood: alcohólico, que vive su homosexualidad como un estigma y luego ese accidente con su automóvil que le demanda operaciones reconstructivas y lo aparta de los grandes estudios y del star-system; por otro lado el esfuerzo denodado, el sueño deseado de ser Treplev en La Gaviota junto a Elizabeth Taylor, deseo que es el motor de sus días: la posibilidad de ser feliz, de entender la actuación como el espacio de la felicidad: la asignatura pendiente: entrar al teatro de la mano de Chejov: el sueño que puede salvarlo todo, que puede hundirlo todo: el deseo - sí, al final - insatisfecho.
Narramos entonces la caída de un hombre, y esa tragedia nos devolverá la certeza de la debilidad de todo ser humano, debilidad que tan bien retrató (entre otros) Chejov y que el propio Clift atravesó como espacio martirológico.
En el espectáculo asistiremos al confesionario sentimental de un actor de Hollywood en ruinas: lo que se desnuda es la ficción, lo que se pliega es la ficción sobre sí misma. El resultado: un material sincero y hermoso donde lo emocional aparece como algo inesperado: un rayo en la oscuridad.
Fotos: Ernesto Donegana